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Aquella sociedad sin pensamiento

Es habitual escuchar, cuando hablamos de novelas, que tal obra es distópica. Pero empecemos por el principio, ¿qué es una distopía? Es un concepto que nace como contraposición al de «utopía», el cuál describe una sociedad ideal y perfecta que no existe. Por lo tanto, la distopía describe una sociedad negativa caracterizada por la manipulación y falta de libertad de los miembros que la integran.

No es necesario rebuscar mucho para encontrar ejemplos de novelas distópicas. Fahrenheit 451, del apocalíptico Ray Bradbury, es uno de ellos. El título de la obra hace referencia a los grados fahrenheit (no confundir con el grado Celsius o centígrado que es el que se utiliza en España) necesarios para que se inflame y arda el papel. El autor ya nos da una pista de lo que sucede en la historia a lo largo de las páginas.

El escritor estadounidense imaginó en 1953 un futuro incierto no muy lejano, donde los bomberos no trabajan para sofocar incendios, sino para provocarlos. El protagonista Guy Montag pertenece a una de las brigadas encargadas de detectar la existencia de libros para su posterior destrucción. Su vida cambia cuando un día conoce a la joven Clarisse. Su tranquila existencia empieza a tambalearse.

La obsesión del Gobierno por destruir cualquier tipo de material escrito tiene como único fin evitar que las personas lean, porque al leer esas personas piensan y si piensan, se corre el riesgo de que empiecen a cuestionar los diferentes estamentos del poder.

Nos encontramos inmersos en un mundo totalitario en el que los libros están prohibidos y pensar es un crimen. Sin pensamiento los miembros de la sociedad se convierten en seres ignorantes cuya máxima aspiración es ver la televisión, hablar con familiares sobre temas triviales y conducir por la ciudad a gran velocidad. Aquel que no acepte esa vida será eliminado.

Fahrenheit 451 se encuentra cargada de simbología. Además de la quema de libros, que representa la censura, Bradbury quiso enfatizar el peligro que conlleva el uso de los medios técnicos de comunicación. Su excesivo consumo (la mujer de Montag parece obsesionada con la televisión) no solo puede llegar a destruir el interés por la literatura, sino que a través de ellos se puede ofrecer informaciones sesgadas, parciales y fuera de contexto.

Estamos en un momento de incertidumbre. No sabemos si ese futuro que Ray Bradbury inventó pueda convertirse en realidad. Hasta que llegue ese momento, no nos queda otra que seguir leyendo. No paremos nunca de leer porque leyendo pensamos.

Libros relacionados

Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932)

1984 (George Orwell, 1949)

Mercaderes del espacio (Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, 1953)

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968)

The children of men (P. D. James, 1992)

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Violencia versus violencia

Pequeños drugos, resulta difícil escribir a estas alturas algo novedoso sobre La naranja mecánica. Tan solo hace falta hacer un clic en algún motor de búsqueda de internet para que aparezcan en pantalla innumerables páginas que hablan sobre ella. Aunque pensándolo bien, ¡oh hermanos míos! también es cierto que muchos de vosotros la conocéis a través de la película de Stanley Kubrick, pero no habéis tenido la ocasión o las ganas de leer la versión escrita.

La naranja mecánica supone una ruptura de la conciencia colectiva e invita a reflexionar sobre la libertad que tiene el ser humano para decidir entre el bien y el mal. El escritor británico Anthony Burgess critica la realidad violenta de una sociedad falta de ética y moral a través de Álex, un joven que junto a tres amigos, o drugos, disfruta con la crueldad y la destrucción. Tras violar a una mujer de un famoso escritor, nuestro protagonista es detenido y llevado a un centro de rehabilitación. Allí será partícipe de un novedoso método de reinserción social.

Los primeros capítulos se leen con dificultad por el tipo de lenguaje que utilizan los protagonistas. No os preocupéis mis estimados chelovecos porque para facilitar la lectura de la historia el libro contiene un diccionario que, poco a poco, iréis utilizando con menor frecuencia, ya lo veréis. La jerga utilizada por Álex y sus secuaces es el nadsat, una versión rusificada del inglés que fue concebida, según su autor, para amortiguar la cruda respuesta que se espera de la pornografía.

La novela de Burgess siempre ha estado acompañada de cierta polémica. Al margen del argumento, tachado de fomentar la violencia, su publicación en Estados Unidos conllevó una fuerte crítica por parte del autor, que acusó a sus editores en Nueva York de sacarla a la venta eliminando el último capítulo, y por tanto, modificando de manera sustancial el final de la historia. Posteriormente, se decidió publicarla en el resto del mundo incluyendo ese capítulo 21. Así que hay dos versiones, la estadounidense y la mundial. El público es el que decide cuál es la mejor. Yo, por ahora, me reservo mi opinión.

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